Un tesoro educativo ignorado
Introducción
¿Qué pensaríamos de una persona que, en estos momentos de aprovisionamiento
incierto, conociera una fuente de energía extraordinaria y no hiciera lo
necesario para que se beneficiasen sus contemporáneos? Una sentencia unánime de
condena no ofrecería la menor duda.
Por dicho motivo yo me confieso culpable. Pues, habiendo sacado provecho
desde mi infancia de una experiencia de gran valor pedagógico, la consideré cosa
corriente y no supe darla a conocer a unos medios que hubieran podido estudiarla
objetivamente y tenerla en cuenta para sus decisiones. Sin embargo, quisiera
descargarme de parte de dicha culpabilidad, indicando en este artículo por qué,
en mi opinión, la inscripción del esperanto en los programas escolares
presentaría muchas más ventajas de las que aparecen a primera vista.
Examinaremos sucesivamente la cuestión desde el punto de vista del desarrollo
del intelecto, del desarrollo afectivo y de la utilidad práctica.
Desarrollo del intelecto
El interés que reviste para el desarrollo del espíritu el aprendizaje de una
segunda lengua no es discutido por nadie. Pero me pregunto si el problema es
atacado por el punto adecuado. Una buena pedagogía presupone una graduación de
las dificultades. Pero, ¿cómo hacerlo en el caso de las lenguas, si cada una se
presenta como un todo donde lo más corriente suele ser lo más difícil?
Una frase oída muchas veces durante mi infancia, resuena todavía en mis
oídos: «Parece que tú ya sabías eso.» Y es que para mis compañeros, cuando
aprendíamos latín o alemán -e incluso francés-, yo "ya sabía eso". Sin embargo
yo no había estudiado antes que ellos nada de alemán ni de latín, ni lo relativo
a las sutilezas del análisis gramatical o del léxico de mi lengua materna. La
verdad era que el esperanto, que había aprendido por juego, divirtiéndome, me
había dado el conocimiento de una gramática pura y unos hábitos lexicológicos
que representaban para mí un triunfo considerable respecto a mis compañeros:
para ellos, la nueva lengua les chocaba de frente; para mí, las dificultades
habían sido suavizadas. ¿No se recomienda a las personas sedentarias, antes de
esquiar, prepararse por medio de una gimnasia adecuada? Yo había practicado mi
gimnasia, fácil, agradable por estar a mi alcance, y era, hábilmente adiestrado,
como yo abordaba el estudio de las lenguas llamadas "serias".
Mi experiencia está lejos de ser única. Una escuela inglesa procedió a un
ensayo de manera totalmente científica. Una clase -el grupo testigo- hizo los
dos años de francés, mientras que en otra clase con escolares de igual grado -el
grupo experimental-, la enseñanza del francés era reemplazada en el primer año
por la enseñanza del esperanto. Las pruebas de francés comunes realizadas al
cabo de dos años mostraron que los alumnos del grupo experimental estaban a la
misma altura que los del grupo testigo. No sólo no habían perdido nada, sino que
el estudio había sido para ellos mucho más agradable, porque habían empezado por
aprender una lengua que podían practicar desde el primer instante.
Aprender el vocabulario del esperanto es el modelo mismo del juego educativo.
Como en la célebre prueba de inteligencia de los "Progressive Matrices", se
trata, siguiendo dos ejes, de llegar a una intersección que es la palabra
buscada. Sabiendo -primer eje- que el nombre termina en "o", el verbo en
infinitivo en "i", el adjetivo en "a" y el adverbio en "e", y -segundo eje- que
fini quiere decir "terminar", el alumno aprende a "inventar" las
palabras fino (fin), fina (final), fine (finalmente).
La referencia al francés o al español, mucho menos coherente, le obliga a
descubrir las relaciones semánticas entre las palabras. Si helpi
significa "ayudar", ¿qué quiere decir helpa? Y el alumno se encuentra,
a veces con estupor, con que el adjetivo válido es "auxiliar".
En francés, y en la mayor parte de las lenguas nacionales, pocas veces las
series son completas y es imposible acceder, en el plano lingüístico, a esta
exploración de todos los casos posibles que es, para Piaget, el signo del paso a
la etapa más avanzada de la inteligencia, la de las operaciones formativas. En
el caso del esperanto, todo estudio de un texto lleva al niño a proceder a este
análisis lingüístico de posibilidades, pero concentrándose únicamente sobre el
problema de las relaciones semánticas, puesto que la ortografía, la
pronunciación, la gramática y, con frecuencia, el significado de las raíces, no
crean ningún problema.
La introducción de los afijos, cuyos significados, más amplios que en ninguna
palabra francesa o española, son sin embargo muy definidos, permitirá al niño
formar infinidad de palabras. El sufijo em indica el rasgo del
carácter, la tendencia, el movimiento espontáneo: helpema significa
"servicial", ordema "ordenado", donema "generoso". Cuando el
niño encuentra la palabra kantema, que designa al que es en relación
con el canto (kanto) lo que una persona risueña (ridema) es en
relación con la risa (rido), ¿cómo la traduciría? Del mismo modo, al
lado de samlandano (de sama, "mismo/a"; lando,
"país"; y an, sufijo que indica habitante, miembro o partidario; por
tanto: "compatriota"), samreligiano, "correligionario", ¿cómo expresar
las nociones de samrasano (raso, "raza"), samvalano
(valo, "valle"), samideano (ideo, "idea"). La
asimilación generalizadora no está inhibida por ninguna anomalía lingüística, y
el niño llega muy rápidamente a sentir y a captar el significado de las palabras
así formadas. Pero su traducción será cada vez un desafío que no podrá aceptar
sino explotando todos los recursos de su lengua materna. Así, la diversión se
convierte en un ejercicio no ya de una segunda lengua, sino de su propia
lengua.
El manejo del léxico del esperanto acostumbra al niño a coordinar esos polos
aparentemente opuestos que son la libertad y la precisión: libertad, puesto que
se pueden formar todas las palabras que se quiera; precisión, puesto que no
podrá ser comprendido si no respeta las reglas de la derivación y el sentido
preciso de las raíces. Es así que para traducir "condiscípulo" podrá imaginar y
crear espontáneamente toda clase de soluciones: kunlernanto,
samklasano, samlernejano, kunlernejano,
kunstudanto, studkunulo, kundisĉiplo, o algún otro
sinónimo correctamente formado, pero no se podrá admitir por ejemplo
"kondisciplo", solución perezosa que introduce un neologismo inútil.
Esta coordinación de la libertad y de la precisión se encuentra de nuevo al
nivel de la gramática. En relación con el francés o el alemán, por ejemplo, el
esperanto es la gran libertad: "je vous aide" (yo le ayudo) puede traducirse
por: mi helpas vin, mi vin helpas, mi helpas al vi, mi al vi helpas...;
y sin embargo el esperanto no es una lengua donde el orden de las palabras, como
ocurre en latín o en las lenguas eslavas, no indica las relaciones gramaticales.
De hecho, el interés sicológico de este aprendizaje sobrepasa en mucho el simple
nivel intelectual. No es malo descubrir que, sobre un terreno afectivo neutral,
la alternativa entre precisión y libertad representa quizá un problema mal
planteado.
Desarrollo afectivo
Llegamos así a la afectividad. Aprender el esperanto es una gran aventura que
da a un niño profundas satisfacciones. Todos los niños adoran los códigos, los
alfabetos secretos, las lenguas misteriosas. Las lenguas nacionales -y para el
latín es lo mismo- no pueden responder a ese deseo de juego simbólico, porque el
tiempo necesario para poderlas utilizar con holgura es excesivamente largo. Por
el contrario, en una lengua en la que cualquier esfuerzo es productivo, el niño
progresa a una velocidad sorprendente y al cabo de quince lecciones puede ya
tener verdaderas conversaciones, lo cual anima muchísimo. Cualquier aprendizaje
en que los progresos sean perceptibles da una impresión de éxito que no es
posible subestimar.
La coherencia tiene también algo de extremadamente satisfactorio. Ciertos
alumnos la descubren con el álgebra, pero ésta es demasiado abstracta para la
mayoría. El esperanto da al niño un sentimiento de coherencia, pero en un
dominio concreto que no excluye la comicidad (el niño nota rápidamente que las
posibilidades léxicas del esperanto se prestan maravillosamente al humor).
Afectivamente satisfactorio, el esperanto lo es también por la naturaleza de
las dificultades que presenta. Éstas existen, por supuesto, pero no hay problema
acerca del "significante", más que si lo hay acerca del "significado". Estas
dificultades no tienen nada de común con las complicaciones puramente formales
que los azares de la historia han amontonado en las lenguas nacionales.
Por ejemplo, el género en alemán es una muestra de semejante complicación. A
las variaciones de género no corresponden casi nunca las variaciones de
realidad. ¿No ha escrito Shakespeare obras maestras inmortales en una lengua
donde dicho problema es totalmente desconocido? Otro ejemplo: la ortografía del
francés, donde una misma derivación latina desemboca en formas divergentes en
palabras tales como "agression" y "aggraver" (en inglés "agression" y
"aggravate"; en español "agresión" y "agravar"). Las dificultades formales
sobrecargan la memoria sin una contrapartida a nivel conceptual. No es por
pereza que el niño prefiere el esperanto a las lenguas nacionales, sino por
repulsa muy natural de lo arbitrario, porque su buen sentido le sugiere que la
lengua está hecha para el hombre y no el hombre para la lengua.
Si una frase como "Yo he creído a este hombre sincero" pone un problema de
traducción, es porque en sí misma es ambigua. En esperanto se traducirá por
"Mi kredis tiun viron sincera" si significa "A este hombre lo he creído
sincero", pero por "Mi kredis tiun viron sinceran" (o bien "Mi kredis
tiun sinceran viron") si quiere decir "He creído a este hombre, que es
sincero". Tomemos todavía un ejemplo más: a partir de li (él) y de
si (pronombre reflexivo para la tercera persona), se forman
regularmente los adjetivos posesivos lia (su, de él) y sia
(su, de él, ella o ellos), que corresponden respectivamente al latín "ejus" y
"suus". La experiencia muestra que para los occidentales el manejo de estos
adjetivos es incómodo. Ejercitarse en una lengua, por otra parte fácil, donde la
referencia al pronombre raíz es, digamos, transparente, constituye una
preparación muy útil para los que se dediquen más tarde al ruso o al latín.
Para la afectividad del niño, las dificultades formales son otras tantas
sofoquinas arbitrarias. Su ausencia confiere un valor particular al esperanto,
que da al alumno la ocasión de aceptar con alegría y creatividad el aprendizaje
de una gramática universal y de un núcleo de vocabulario extranjero que le
facilitará ampliamente el estudio posterior de otras lenguas.
Pero este gusto por el trabajo no es la única aportación del esperanto a la
afectividad del niño. Un juego completo de prefijos y sufijos permite situar las
nociones a lo largo de una gama que va del concepto inicial a la noción
contradictoria, pasando por la simple negación; en español podría un poco verse
una gama en la serie siguiente: ardiente, caliente, tibio, fresco, frío,
glacial, helado. Esta posibilidad permite al que enseña mostrar a los niños,
cuya afectividad está en gran parte dominada por la ley "o todo o nada", que los
sentimientos y los juicios de valores son susceptibles de matices hasta el
infinito. ¡Cuántas situaciones intermedias entre entre el valor y la cobardía,
la amistad y la enemistad, la esperanza y la desesperación! El esperanto permite
expresarlas sin recargar el vocabulario, y el aprendizaje del léxico, por el
juego de esos "matices lingüísticos", favorece la fina diferenciación de los
sentimientos. Se sabe desde el sicoanálisis la importancia que reviste para cada
uno la verbalización matizada de esos afectos. Facilitar al niño un instrumento
lingüístico bien adaptado a esta necesidad, es aportar una contribución modesta,
pero real, a su higiene mental.
Todos estos elementos no son despreciables, pero la verdadera aportación del
esperanto sobre el plano afectivo es el extraordinario desarrollo de la
sensibilidad que acompaña al descubrimiento directo y concreto del mundo en que
vivimos. En los niños que aprenden el esperanto, esto se efectúa por dos
conductos: de una parte, la correspondencia con niños de todos los países sin el
menor problema de comunicación; por otra, el descubrimiento de las producciones
literarias de los más diversos pueblos. Con el desarrollo de los viajes, una
tercera vía se hace cada vez más frecuente: el contacto directo con hablantes de
esperanto extranjeros.
Aprendí el esperanto durante la guerra y recuerdo la frustración que
experimenté al hojear un volumen encuadernado de una revista juvenil, "La
juna vivo" ("La vida joven"), que había dejado de aparecer por razón de las
circunstancias, y cuyos números antiguos contenían listas de muchachos de mi
edad -japoneses, estonianos, brasileños, islandeses...- que deseaban escribirse
con niños de otros países. Desde que las revistas de esperanto reaparecieron,
tuve varios corresponsales en el mundo entero, y guardo un recuerdo
particularmente emocionado de un joven chino, muerto por una bala perdida cuando
el avance comunista alcanzó Tchengtou, donde él residía, y con quien yo tuve
correspondencia de 1945 a 1948. Aquel intercambio me marcó para toda la
vida.
En el plano cultural, es sobre todo en el momento de la adolescencia cuando
el esperanto puede convertirse en un amigo inestimable. La realidad es en este
punto con frecuencia mal comprendida. Se oye repetidas veces que sería una
lástima hacer trabajar a los jóvenes en una lengua tildada de "sin alma", porque
no la respalda un rico pasado cultural. Ese concepto de "sin alma" es muy
difícil de adjudicar en el caso de una lengua, aunque cada uno sienta
intuitivamente que encierra una realidad. Por eso estaría dispuesto a aceptar
dicha objeción si el esperanto fuera una lengua "sin alma". Pero todos los que
han vivido la experiencia de la lengua internacional esperanto saben que no es
así. Millares de proyectos de lenguas internacionales han aparecido. Sólo el
esperanto se ha convertido en una lengua viva, con un estilo, un carácter, una
atmósfera que le son propias. ¿De dónde viene esto? ¿Del hecho de que desde el
comienzo es la expresión de la creatividad de un niño y no la decisión racional
de un hombre maduro? ¿Del primer círculo de difusión de la lengua: aquellos
ciudadanos de condición modesta pero de espíritu muy abierto, animados de un
idealismo apasionado, que han marcado con sus esperanzas un poco utópicas los
últimos decenios del zarismo en Rusia, Polonia y los países bálticos? ¿Unas
persecuciones que, desde el zar hasta las autoridades portuguesas, pasando por
Hitler y Stalin, han representado un gran papel en la historia de esta lengua?
¿Por el hecho de que se trata menos de una creación absoluta que de la
organización de un tesoro lingüístico compartido por todos los pueblos
indoeuropeos (las palabras han pasado al esperanto con todas las armónicas con
que siglos de uso las habían envuelto: kanajlo ha conservado todo el
frescor francés que la palabra "canaille" tenía en el siglo XV; hejme
guarda en esperanto la misma tonalidad de "calor de hogar" que sus equivalentes
germánicos; klopodi expresa siempre ese mismo esfuerzo tenaz hacia un
objetivo poco accesible en los pueblos eslavos de donde ha sido tomada la
palabra)?
Sea lo que fuere, el hecho es que el esperanto tiene un alma, y que se
muestra menos heterogéneo que el inglés, nacido como él de un maridaje
improbable y, como él, ampliamente desembarazado de unas formas gramaticales
embarazosas de los idiomas con los cuales se emparenta. Durante mucho tiempo
ignorado por la lingüística, desterrado por la mayoría de los intelectuales, ha
sido el niño mimado de tres generaciones de artesanos y poetas, quienes han
sabido transmitir una vitalidad sorprendente a lo que no hubiera podido ser sino
un conjunto heteróclito de signos convencionales.
Gracias a su limpidez gramatical, a la libertad que preside la formación del
léxico, a la agilidad de una frase donde, como en ruso o en latín, el orden de
las palabras es en general cuestión de estilo y no de gramática, se revela por
ser excelente intérprete, capaz de representar todos los papeles plegándose al
menor capricho de los personajes por encarnar. Lengua moderna, transparente, el
esperanto deja pasar más que ninguna otra la totalidad de los valores de un
original literario.
El siguiente ejemplo dará quizá una pequeña idea de sus posibilidades. Las
propiedades del idioma chino permitieron a Confucio recoger en cuatro palabras
una orden dada a padres e hijos para aceptar sus respectivos papeles en la
familia. Las cuatro palabras chinas pueden ser traducidas por las cuatro
palabras correspondientes en esperanto de manera perfectamente clara y natural:
patro patru, filu fil' (en esperanto, la "o" final del substantivo
siempre puede ser elidida -la forma normal es filo, "hijo"-, recurso
éste que se usa en poesía principalmente; la utilización de esta posibilidad, al
igual que la inversión del segundo sujeto, da a la frase un clima a la vez
poético y solemne que corresponde bien al tono del original). Ninguna otra
lengua, a conocimiento mío, puede dar una traducción a la vez tan correcta en el
significado y tan fiel en cuanto a la forma. El francés "que les pères se
conduisent comme des pères et les fils comme des fils" pierde todo el impacto de
la concisión china y reduce indebidamente el significado (se podría decir
"assument leur rôle de père", pero las dos expresiones no son absolutamente
equivalentes. La frase china, como la versión en esperanto, integra las dos
ideas en una forma más amplia). El inglés es considerado como una lengua
particularmente adaptada a las fórmulas concisas que impresionan. Sin embargo,
la sola traducción correcta que me pudieron dar de la fórmula en cuestión es
mucho más pesada que el original: "Let the fathers be fathers and the sons
sons". Advierto que pregunté a una decena de esperantistas de países y medios
sociales diferentes, que me explicaron cómo comprendían ellos la frase en
esperanto: sus respuestas detalladas muestran sin ninguna duda que todos la
comprendían de la misma manera y que le daban exactamente el mismo significado
del original chino.
Se sabe que la poesía inglesa es especialmente rebelde a la traducción, a
causa de la brevedad de las palabras y a la fuerza del ritmo. Lea no obstante
los poemas de Wyatt, de Shakespeare, de Gray, de Blake en la Angla
Antologio (una antología de la literatura inglesa, compilada por
traductores del mismo país, sensibles a unas sutilezas que un extranjero no
sentiría; no es la menor ventaja de las traducciones literarias en esperanto el
ser establecidas por compatriotas del autor) y verá que la música de los sonidos
y de los ritmos es respetada en unas traducciones donde no se pierde ni un solo
matiz. ¿Y en qué otra lengua, aparte del esperanto, se han traducido los juegos
de palabras de Omar Khayyam por juegos de palabras equivalentes sin traicionar
ni el ritmo ni el sentido original iraní?
Para abordar unos textos literarios en esperanto un niño no tiene necesidad
de más de seis meses de estudio. Eso parece increíble, porque es difícil para un
occidental imaginar una lengua desprovista de complicaciones de forma, con un
léxico totalmente fundado sobre el principio de la derivación. En esperanto,
aprender las palabras: juventud, rejuvenecer, joven, rejuvenecimiento, viejo,
vejez, envejecimiento, juvenil, senil y senectud, no consiste en memorizar un
nuevo vocabulario. Basta con aprender la raíz adjetiva juna (joven) y
aplicar unas reglas precisas, como en la conjugación de un verbo regular. La
agilización que ello implica para la memoria es quizá imposible de concebir para
quienes no han hecho la experiencia. Tratemos de presentarlo con algunos
ejemplos. El niño no tiene que aprender palabras como: panecillo, panadero,
panificadora; decolorante, monocromo, bicolor; residencia, domicilio, población,
pueblo, habitable, acondicionar, inhabitado, despoblado, aborigen, popular;
jauría, perrezno, perrera, cinocéfalo; cuchillo, filo, rebanada, trocear... Para
saber el equivalente en esperanto de cada una de estas palabras basta conocer
las raíces correspondientes a pan, color, perro, habitar y cortar. De hecho,
estas cinco raíces permiten formar, por sola derivación, unas 75 palabras
corrientes.
Textos de todas las épocas y de todas las culturas han sido publicados en
esperanto en excelentes traducciones. Sería un juego de niños reunir las mejores
en una o dos antologías donde Dante estuviera junto a Lu-Hsin, Tolstoi a
Sófocles, Madách a Mekiewicz, Cervantes a Tagore, Goethe a Martín Fierro o a
Onona-Kamachi. ¡Cuántos nombres desconocidos por el estudiante de hoy, encerrado
en una cultura que le ofrece alguna que otra nota sobre dos o tres grandes
literaturas extranjeras como si los países pequeños o los pueblos lejanos no
hubieran producido también obras de gran valor! Todos esos tesoros están al
alcance de los niños de nuestras escuelas: les bastan seis meses para tener
acceso a ellos. ¿No es un crimen, en esas condiciones, dejar cerrada esa
puerta?
Utilidad práctica
Se nos dirá que los programas están sobrecargados y que el esperanto no
presenta ningún interés práctico. Respecto a la sobrecarga de los programas, el
problema está mal planteado: el aprendizaje del esperanto hace ganar mucho
tiempo al estudio del francés, del español y de las otras lenguas, vivas o
muertas. Es un cimiento sólido para la construcción posterior; la experiencia de
un primer aprendizaje lingüístico agradable es para el niño un estímulo muy
efectivo para el ataque a otras lenguas. Además, la adquisición del vocabulario
anatómico, zoológico y botánico le será ampliamente facilitada, ya que la mayor
parte de las raíces correspondientes en esperanto han sido sacadas del
latín.
Eso no es todo. Cuando a los 40 años me encontré de nuevo en la universidad
para estudiar matemáticas modernas y lógica formal, comprobé con sorpresa que
muchas de las dificultades que tenían mis compañeros de 20 años me eran
ahorradas gracias al conocimiento del esperanto. Estoy acostumbrado desde mi
infancia a diferenciar las nociones de contrario y contradictorio, que son
incorporadas de manera visual y fonética en la estructura de dicha lengua
(corresponden a prefijos diferentes). De igual modo, las dificultades que
presenta el manejo de la negación en lógica no existen para los que dominan el
esperanto. La frase "todo lo que brilla no es oro" es una piedra de toque para
los estudiantes que deben expresarla con los símbolos de la matemática moderna.
Si se expresa en esperanto se observa que una traducción palabra por palabra es
incorrecta: ĉio kio brilas ne estas oro, significa que "todo lo que
brilla está hecho de otra sustancia que oro", o sea "no hay nada brillante que
sea oro". La traducción exacta es: ne ĉio kio brilas estas oro,
literalmente: "no todo lo que brilla es oro". La costumbre de la coherencia que
exige la práctica del esperanto es un auxiliar precioso para el manejo del
instrumento lógico-matemático.
En cuanto al interés práctico en sentido estricto, si vuelvo a pensar en mis
años de colegial, constato que el esperanto me ha sido infinitamente más útil en
mi vida de adulto que, por ejemplo, el latín o la geometría. Es cierto que el
esperanto no tiene ningún estatuto oficial, no es la lengua de los negocios o de
la diplomacia, pero es una lengua hablada en el mundo entero por gentes
corrientes. Y se encuentra a la cabeza como lengua de los contactos humanos.
Entre los numerosos turistas japoneses que visitan Suiza, los únicos que tienen
un contacto real con las familias de allí son los esperantistas.
Si usted quiere dar la vuelta al mundo, échele un vistazo antes de partir al
anuario de la Asociación Universal de Esperanto. Encontrará allí los nombres de
los representantes locales de la Asociación. Aprendida esta lengua, podrá
ponerse en contacto con un habitante del lugar en cada una de sus etapas; es de
ese modo como encontrará, por ejemplo (cito con el anuario de 1973): en Sofía al
señor Oljanov, periodista; en Bagdad, al señor Al-Amily, comerciante; en
Colombo, al señor Dharmatilake, médico; en Sydney, al señor Matasin, ebanista;
en Río de Janeiro, al señor Martins, abogado; en Kinshasa, al señor Ngingi,
radiotécnico; en Berna, al señor Lhener, funcionario federal... No figuran todos
los esperantistas en el anuario, sino los representantes locales de la
Asociación, los que asumen la responsabilidad de los contactos con los
extranjeros. Su lista, que va de las Azores al Zaire, cubre 316 páginas en el
anuario de 1973. ¿Cuántos viajeros no esperantistas pueden ponerse así en
contacto directo con un habitante del país sin problema de comunicación? ¿El
esperanto sin interés práctico? ¡Vaya, pues!
Conclusión
¿Es necesario sacar una conclusión? Los hechos hablan por sí mismos. Es
suficiente mirarlos sin prejuicios para saber en qué sentido debe dirigirse una
acción educadora realista. Desconfiemos de una primera reacción irreflexiva. Son
muchos los que temen que el esperanto substraiga algo a la riqueza cultural del
mundo, cuando lo que hace es ponerla al alcance de todos. Cuando la fotografía
fue descubierta, se creyó que mataría a la pintura y al dibujo, y el comercio
del disco ha conocido un momento de pánico cuando hicieron su aparición los
magnetófonos. ¿No actúa aquí el mismo reflejo de miedo injustificado?
En la hora en la cual la reforma escolar está al orden del día, la
contribución que el esperanto puede aportar al desarrollo intelectual, afectivo
y cultural del niño merece un examen reflexivo. Los prejuicios hubieran hecho
este estudio imposible hace apenas unos años. Pero la evolución de la mentalidad
a que asistimos actualmente da ánimo. El hecho de que durante dicho año 73 el
esperanto haya sido objeto de publicaciones en tres colecciones de alcance
distinto es signo de una actitud más abierta por parte del público.
El país que inscriba el esperanto en sus programas escolares estará a la
cabeza del progreso pedagógico. Es una decisión que requiere valor: la solución
fácil es cerrar los ojos sobre las relaciones reales entre los esfuerzos pedidos
al niño y el beneficio que obtendrá de ellos una vez terminada la escolaridad.
Pero es también una decisión que no implica ningún juicio sobre el valor
extraescolar del esperanto. Comenzar por la flauta dulce la práctica de la
música no significa que se juzgue este instrumento superior al violín o al
piano. Es simplemente tener en cuenta una realidad pedagógica. ¿No merece el
esperanto en el programa general el mismo lugar que la flauta dulce en la
enseñanza de la música? Vale la pena preguntárnoslo. Pueda el presente
testimonio estimular a la reflexión y a la búsqueda de una información
objetiva.
Tradujo del francés · Elfrancigis
: Francisco ZARAGOZA RUIZ
http://www.esperanto-es.net/artikolo/tesoro.php |